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Paseantes por mis cuentos

viernes, 31 de agosto de 2007

Diario de bitácora de EL CAMPEÓN




el campeón




Jasper era campeón de 100 m. lisos. Aquel día era la final de los Juegos Olímpicos. Por fin tantos sacrificios y renuncias iban a dar sus frutos. Ciento veintidós mil espectadores le jaleaban a él. Entre ellos estaba Cassandra, su novia. Jasper estaba muy tranquilo. Se había preparado bien. La temporada fue dura, pero estaba en su mejor momento. El Dr. McHown le preparó a conciencia. Una dieta equilibrada y estricta, seguimiento de todas y cada de las variables de sus análisis sanguíneos, masajes a diario, complementos vitamínicos, y esas jeringuillas de Poción Mágica, como le gustaba llamarlas, habían convertido a Jasper en una máquina perfectamente diseñada y engrasada. Había contado con todo el apoyo de Sam Madder, presidente de la federación. De hecho, estaba sentado al lado de Cassandra, en el día más importante de su vida. Los seres humanos normales tienen miedo al futuro, él no. Todos y cada uno de los días de su vida habían sido una preparación para este momento. Miró a las gradas, y ella, la luz de su vida, siempre que no estaba entrenando, le sonrió y le dijo con los labios cuanto le quería.

Jasper se despojó del chándal. Se puso sus zapatillas. El fabricante le tenía en nómina, se puso su pulsómetro, el fabricante le tenía en nómina, se puso sus gafas de sol, el fabricante le tenía en nómina. Empezó a estirar y pensó en lo curioso de estar en la pista con otros ocho competidores y delante de dos millones veintidós personas (Jasper era muy tonto y eso de los números no se le daba muy bien). La cámara se paró delante de él mientras el speaker decía su nombre. Lo tenía todo muy ensayado. Sonrió y mostró la señal de victoria con los dedos, a la vez de enseñar, casi descuidadamente su reloj, sus gafas y con un salto, sus zapatillas. Cuando la cámara pasó a su rival, su gesto se endureció. Con sus gafas puestas, miró de reojo a su principal competencia en la calle de al lado. Le escrutó como si de un jugador de póker se tratara.

Cuando el juez les dio la señal, se puso de cuclillas y en posición de salida. La concentración era máxima. No es difícil cuando no te puedes perder en tus pensamientos porque no los tienes. Era un expositor de publicidad que lo único que tenía que hacer era avanzar 100 metros como alma que lleva el diablo. Jasper salió incluso antes de ser capaz de procesar el disparo de salida. Un pitido marcó una salida falsa. El tren en que se había convertido el campeón tuvo que parar mientras miraba al juez tratando de ver si había sido él quién había cometido el error. En ese momento, un pequeño chasquido en su rodilla le metió el miedo en el cuerpo. No le importó que fuese su principal competidor quién hubiese sido avisado y no él, le preocupaba la rodilla. Estiró la pierna y se llevó a la zona dolorida la mano. Estiró un par de veces más la extremidad y el dolor remitió completamente en un segundo. Falsa alarma. Sonrió. Saltó un par de veces para testear su ex dolorida rodilla. Todo perfecto. Una tontería así no podía parar esa máquina perfecta en la que se había convertido.

Se dirigió andando despacio a su lugar de salida. Exudaba mucha más seguridad que antes de la fallida salida. Se fijó en la grada en la cara de alivio de Cassandra y Madder. Les dedicó la mejor de sus sonrisas. Se puso otra vez en posición. Espiró todo el aire de sus pulmones. La pistola resonó en todo el estadio. Ciento veintidós mil personas contuvieron la respiración. Jasper salió como un guepardo.

20 metros. Jasper sacaba casi un cuerpo al segundo. El campeón calculó a bote pronto la audiencia televisiva que estaría viendo su triunfo. ¿Trescientos mil millones?¿Setecientos mil millones?


40 metros. Sacaba algo más a sus rivales. La poción mágica del doctor McHown le daba, además de mucha más masa muscular, una seguridad en sí mismo.

50 metros. Le vino a la mente el profesor de primaria que le suspendió gimnasia. Le maldijo. Para una asignatura que aprobaba.

60 metros. Calculó que estaría pasando delante de Cassandra. No sucumbió a la tentación de girar su cabeza para mirarla. La ventaja se mantenía.

70 metros. Pensó en lo que diría en el programa de máxima audiencia que seguro que querría tenerle como invitado.

80 metros. La ventaja se había reducido un poquito, pero nada evitaría su medalla de oro. Apretó los dientes y subió un poco el ritmo. Si batía el record mundial, los patrocinadores matarían por firmar contratos con él.

85 metros. Su vida estaba asegurada. Tanto sufrimiento, tantas privaciones, todo por fin adquiriría sentido. No había tirado su vida a la basura. Se iba a convertir en un héroe nacional.

92 metros. Un clack. Su rodilla revientó. El dolor era insoportable. Su rival le superó por su izquierda. Las lágrimas de dolor sólo le dejaban ver una sombra borrosa que le adelantaba mientras Jasper caía al suelo. Las gafas salieron disparadas, el reloj explotó al caer al suelo mientras una de sus flamantes zapatillas salía disparada. Un grito salió de su garganta ahogando el “Oooooooooooohhh” de ciento veintidós mil personas. Se desvanecieron contratos, el récord mundial, la medalla de oro.

92 metros y medio. El doctor llegó a su lado. Él miró a la grada. Cassandra y Madden se habían levantado de sus asientos buscando intuitivamente un lugar por el que llegar a la pista. Su novia llevaba en las manos la bandera nacional en la que se iba a embutir para dar la vuelta de honor al estadio. Dos sanitarios llegaron y lo subieron en la camilla plegable. Se desmayó del dolor al entrar en la enfermería.

Cuando Jasper se despiertó, en la pequeña habitación estaban hablando bajito apartados el doctor, el presidente y la novia. Ellos se dieron cuenta que el no campeón se había despertado. El doctor dejó la radiografía encima de la mesa. Habían pasado tres horas. Cassandra tenía lágrimas en los ojos. Miró al fracaso tullido a los ojos. Miró al presidente y al doctor. Asintió. Le susurró a Jasper, “No te preocupes. Todo saldrá bien” y salió de la enfermería. El presidente le miró, y una sonrisa triste se le dibujó en el rostro.

- Tranquilo, Jasper, cuenta con nosotros. Doctor, creo que le duele. Recuerde que tenemos toda nuestra confianza en él.-dijo Madden mientras salía de la habitación.

El doctor llenó una jeringuilla. A Jasper le dolía mucho. El doctor, con un algodón, le limpió el dorso del brazo. “No te preocupes. Esto te relajará” murmuró el médico. “Todo se arreglará” pensaba Jasper mientras se quedaba dormido.

El doctor salió de la habitación. Fuera estaban el presidente y Cassandra. Le extiendió un papel a la mujer. Ella lo miró. El certificado de defunción de Jasper. Al fin y al cabo: ¿Qué hacer con un campeón que nunca más podrá ganar?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Acertado, gracioso, patetico, real....y al que no le guste..........................................................................QUE SE JODA....!!!

Easy co.
Lt Malarkey.

..a su servicio....

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con mi compañero de unidad.

Easy Co.
Capt. Speirs