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Paseantes por mis cuentos

sábado, 4 de agosto de 2007

Diario de bitácora de LA FOTO



LA FOTO




Me llamo Xabier. Tengo un trabajo de mierda, 2853,63 euros en la cartilla, unos amigos aburridos y pedantes, un coche que no puedo pagar, un montón de problemas familiares, ninguna expectativa en la vida y una foto. Y lo más triste de todo es que tan sólo me preocupa la foto. Es más, hace dos semanas que sólo pìenso en ella, ni voy al curro, si es que aún tengo, no como y tan sólo tengo breves escarceos con el frigorífico a altas horas de la madrugada. Mi novia sé que está preocupada por mí, porque de vez en cuando le oigo a través de la puerta de mi apartamento llamando sin ton ni son. Creo que debería llamarla. Dormir es sólo algo que creo que me encantaba. Y el sexo, ja, lo más cercano al sexo que he tenido en estos quince días ha sido una erección matutina, y algún escalofrío en la espalda mientras miro esa maldita foto. Todo empezo hace tres semanas. Yo llevaba saliendo cuatro meses con Leire, pero intentando lograrlo llevaba más de tres años. Es decir, una relación basada en la insistencia y en cientos de cafés a las tardes. Para celebrarlo, con lo ahorrado en cuatro años como contable en una sucursal de la BBK, le propuse ir a París. Plan perfecto, hotelito, el Sena,... Aprovechando el puente, salimos el miércoles a las cuatro. No me entusiasma conducir, pero con Leire a mi lado, cualquier viaje me hubiese dado igual. Pero como en todo viaje que se precie, siempre te das cuenta de que te has dejado algo olvidado a los cuatrocientos kilómetros exactos. Y así fue. Atravesada la frontera por Hendaia, casi en Burdeos, nos dimos cuenta de que mi cámara de fotos estaba en el lugar en que yo la dejé para evitar que se me olvidase. Así que paramos en una gasolinera para poner gasolina, y de paso comprar una de esas cámaras de usar y tirar. Los preciosos ojos que había detrás del mostrador me convencieron para comprar dos, por apenas treinta euros. Me cobraron aquellas tetas perfectas, y las piernas más esculturales me dijeron "Aurrevoire", en el francés más excitante y sensual que yo haya recibido nunca. Y yo con la Torre Eiffel en la entrepierna, las cámaras en la mano, con Leire y con una obsesión me subí en mi Ford Focus. Antes de pasar diez kilómetros, ni la torre ni la obsesión por aquellos labios viajaban con nosotros. O eso pensaba yo. Llegamos a París a la una de la madrugada, y a pesar de ser la Ciudad de las Luces, no se diferencia gran cosa de cualquier otra ciudad grande de noche. Leire estaba muy emocionada, se lo notaba en los ojos y en que no paraba de hablar y de hablar rápido, casi sin sentido, pero de forma muy molesta. Nada más llegar al hotel, como todo turista cutre, pedimos a un tipo que pasaba que nos sacase una foto frente al edificio. Y allí empezó todo. Nos regristramos y apenas tuve tiempo de darme cuenta de en que momento exacto bajó mi bragueta. Intuyo que fue entre la recepción y el ascensor. Y allí, entre el primero y el segundo, tras detener el ascensor, echamos el polvo más sensual y furtivo que habíamos echado jamás. Cosas de París, dirás. Pero si conocieses a Leire, sabrás que es un encanto, pero lo más excitante que puedes hacer con ella es dejar la luz de la mesilla encendida. Ni siquiera pude encenderme el cigarrillo cuando entramos en la habitación, cuando me encontré de nuevo en posición vertical, con la boca de novia haciendome cosas que ni sabía si eran legales, y tú ya me entiendes. Y entonces pensé que ojalá la BBK habriese una sucursal en París, y que tendría que pedir el traslado. Tras breves lapsos de descansos, estuvimos toda la noche, no, Leire estuvo toda la noche follandomé. No me malinterpretes, me encanta cuando ella toma la iniciativa, pero era como estar echando un polvo con una completa desconocida. Después de desayunar, salimos a hacer turismo. Y era como una montaña rusa. Cada dos horas, yo era, como decirlo, asaltado por una mujer cada vez más excitada y excitante. Louvre, polvo en un servicio, Torre Eiffel, polvo tras unos matorrales en los Campos Elíseos, visita a la Ópera, polvo en Montmartre, visita al D`Orsay, polvo en el probador de Chanel. Así durante cinco días. Los cinco días más sexuales, satisfactorios y agotadores de toda mi vida. Como despedida, el último día, decidimos hacer lo típico. Cena romántica con Champán en una de las barcazas del Sena, paseo por la Ille de France, coche de caballos por la ribera del Sena, y noche en el hotel. Todo iba genial. Me besaba de una forma que se me olvidaba el dolor en mi espalda que me provocaban las marcas de sus uñas en uno o en todos de nuestros encuentros furtivos. Al llegar al hotel, ya en nuestra habitación, tomé entre mis manos la segunda cámara, ya que la primera la habíamos terminado. Comprobé el carrete, sólo quedaba una foto, y tras enfocar a una Leire excitadísima tumbada en la cama, disparé. Ahí acabó todo. El brillo de sus ojos cambió. Me tumbé sobre ella y la besé con pasión, tocándola como lo había estado haciendo en esos días de pasión, y ofreciéndome como lo había echo en aquel remolino que fue mi estancia en París. Ella me retiró las manos, apagó la luz, y me besó. Pero no sentí nada. Ni pasión, ni excitación. Nada. Hicimos el amor como en el gris Bilbao. Y nos dormimos, bueno, Leire se durmió. Y yo esperé que en cualquier momento mi amante despertase por el calor, y me arrancase de esta mala pesadilla. Pero fue el teléfono del hotel quien le despertó, a la hora convenida por nosotros. Hicimos las maletas, pagamos, y nos marchamos. Apenas hablamos durante el viaje, y le dejé en casa de sus Padres a eso de las diez de la noche. Ella me dijo que me quería, y yo no supe que contestar. Sólo estaba en estado de shock. Al día siguiente, antes de trabajar llevé las fotos a revelar, fotos que recogí al salir del curro. No abrí el sobre hasta llegar a casa. Y cual fue mi sorpresa, cuando en la primera foto, aquella foto frente al hotel de madrugada, salía yo, pero no con Leire, sino con aquella chica de la gasolinera que me vendió las cámaras de fotos. Y esta es mi historia. Puedes creer mi historia o pensar que estoy loco, pero contestamé. ¿Se puede ir a Roma por Burdeos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

iñiguitoooo ya las habia leido pero las releo y me molan mas!! nada mas tio que cuidate mucho (mi blog mola mas)...gorriniiiiiin!

MUAK